28 de Marzo de 2023

[EDITORIAL] Cuando la realidad nos alcanza

Por el 3 de Agosto de 2017

Era una tarde nublada entrado el mes de abril, cuando las periodistas que cubríamos La Fortaleza fuimos llamadas por el gobernador para darnos la primicia. El Gobierno no tenía fondos suficientes para mantener sus operaciones de forma normal, por lo que se decretaba un cierre parcial a partir del 1 de mayo. La movida era parte de una estrategia para presionar a los legisladores dominados por el partido contrario. En aquel momento, la crisis de efectivo en el Gobierno era real pero nunca de la magnitud que se estima en este momento. Sin embargo, aunque los expertos llevaban meses advirtiendo sobre la necesidad de tomar medidas reales, nadie escuchó.

Los políticos se enfocaron en un debate partidista sin establecer los cambios estructurales que exigía la ocasión.

“Si valdrá la pena el sacrificio, no lo sabemos. Lo cierto es que aún no hemos tocado fondo y como siempre en el juego político y económico del Estado, el ciudadano común siempre sale con la peor parte”. (iStock)

Se asignaron miles de dólares a la Universidad de Puerto Rico para que desarrollara un plan de eficiencia para el Gobierno que permitiera reducir la nómina sin afectar los servicios a la ciudadanía. La propuesta era una reducción ordenada que no trastocara la economía. El dinero se gastó, el informe se hizo, y como muchos otros, todavía debe estar en alguna caja del Archivo General.

Se estableció un impuesto sobre las ventas de 7% con la promesa de hacerle justicia a la clase media, con él se creó una nueva entidad para emitir deuda que ahora conocemos como Cofina. La idea era refinanciar la deuda extraconstitucional (palabra elegante para deuda no autorizada) y darle una fuente fija de repago que permitiera terminar con esa destructiva práctica.

El IVU hoy alcanza el 11.5%, la deuda pagadera con los fondos de Cofina creció exponencialmente. Así que al final, penalizamos a los ciudadanos con impuestos y empeoramos la crisis fiscal.

En la pasada década se continuó poniendo parchos durante los primeros dos años de un nuevo Gobierno, para abrir la pluma en los próximos dos ante la cercanía del año electoral.

Pero tarde o temprano, la realidad nos alcanza.

Junta fiscal activaría recorte de jornada pese a esfuerzos del Gobierno

Es triste pensar que estamos hoy en el mismo lugar que hace 11 años.  Por eso no es de extrañar que ante la falta de medidas efectivas durante tantos años, ni los acreedores ni la junta de control fiscal quieran creerle al Gobierno que se tomarán las medidas necesarias para poner fin al despilfarro y de una vez por todas asumirán con responsabilidad la crisis fiscal.

“Nosotros somos diferentes”, asegura el Gobierno. “Miren todo lo que hemos hecho”, añaden. Me parece que ese perro nos ha mordido demasiadas veces y la junta de control no se conformará con el plan, quiere ver los resultados.

Más triste aun es que lo que a todas luces propondrá este viernes la junta puede agravar aun más la crisis del país.

En el 2006, el cierre parcial del Gobierno que duró apenas unas semanas, precipitó la recesión económica que todavía nos azota. El impacto de un recorte de jornada, aun cuando en lugar de cuatro sean dos días al mes, en una economía deprimida como la nuestra, podría ser fatal. El propio Gobierno estima que el efecto sería multimillonario.

Quizás estamos tarde para exigir que se ponga en funciones las tantas recomendaciones para reducir y reorganizar el Gobierno de forma sensible. Definir exactamente los servicios esenciales y descartar lo demás. Establecer cuáles gastos son imprescindibles y permitir que el resto labore con eficiencia.

Quizás eso es mucho pedir.

Al parecer la decisión será la más simple. Tenemos una infección en un dedo, vamos a cortar el brazo. La decisión más simple y que producirá el ahorro buscado, parece ser la alternativa.

Si valdrá la pena el sacrificio, no lo sabemos. Lo cierto es que aún no hemos tocado fondo y como siempre en el juego político y económico del Estado, el ciudadano común siempre sale con la peor parte.

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